La manada Luna Llena estaba vestida de fiesta.
Banderas blancas y doradas ondeaban en lo alto de las torres de piedra. Las hogueras ardían temprano, los músicos afinaban sus instrumentos y los guerreros se alineaban con sus mejores galas. Había orgullo en los rostros, júbilo en los brindis, carcajadas en los salones.
El rey lobo Ares se casaba y su reina sería Gloria, la consejera leal, la loba ambiciosa que había sostenido el peso del poder cuando Ares huyó en busca de su destinada y después que Isabel se marchó. La misma que había prometido paz, estabilidad, una alianza fértil como era la promesa antes de que Ares se marchara.
—Por fin tendremos una reina luna fuerte. —Decían entre susurros.
―Una Luna que está a la altura y no piense ni por un segundo traicionar al alfa. ―Nadie disimulaba la alegría de que Gloria fuera su luz, su guía y luna.
Ares caminó entre los suyos con la cabeza alta, el rostro impenetrable, el porte de un rey, pero por dentro, algo en su pecho temblaba. In