12. La Traidora
Ya había pensado en muchas cosas, pero una de las soluciones que quedaban, la más riesgosa, era contactar al abogado de su familia, un hombre con el que no tenía mucho trato personal, pero que siempre había sabido cómo mover las piezas dentro del sistema legal. La decisión fue rápida, aunque sabía que enfrentarse a él significaba aceptar que la situación había llegado a un punto crítico. Pero no había otra opción.
Sacó su teléfono móvil, un modelo que solo usaba para emergencias, y marcó el número que había memorizado a lo largo de los años. El teléfono sonó varias veces, hasta que finalmente escuchó la voz grave de un hombre al otro lado de la línea.
—¿Kaya? —preguntó el abogado, reconociendo su voz sin necesidad de explicaciones. Había trabajado con ella en varias ocasiones, siempre en situaciones complicadas y oscilando entre la legalidad y la clandestinidad. Su tono era el de alguien acostumbrado a hacer negocios turbios, pero sin perder nunca la calma.
—Necesito que saques a mis