17. El último intento
Pero Elara no les prestó atención. Continuó acelerando, deslizándose por el camino que se abría frente a ella, el sonido de su motor vibrando en sus oídos. Sabía que no sería fácil, que no la dejarían ir tan fácilmente, pero su decisión estaba tomada.
Desde lo alto de la mansión, en la cima de la residencia, Kaya observaba la escena con una expresión impasible. El viento jugaba con las telas de su bata de dormir mientras sus ojos seguían cada movimiento de la mujer que se alejaba. La escena ante ella era clara, Elara estaba huyendo, y no podía permitirlo. No sin luchar por lo que consideraba suyo, por lo que había protegido durante tanto tiempo.
Kaya no tardó en ordenar lo siguiente.
—¡Kadir, prepárame el coche!—gritó, su voz llena de urgencia. Ya no tenía tiempo que perder, su mente estaba centrada en una sola cosa: impedir que Elara escapara. No iba a dejar que una mujer, ni siquiera la madre de su hijo, se alejara tan fácilmente, especialmente si estaba tan decidida a quitarle lo