Capítulo 39. El espejo no miente
Desperté antes que él. Estábamos abrazados; su mano seguía apretada en mi cintura, y su respiración era lenta y profunda en mi cabello. Me sentía segura, pero esa sensación nunca duraba mucho. La luz de la mañana me recordó que el mundo existía y que ese secreto era demasiado grande.
Me moví un poco y Alejandro abrió los ojos al instante. Me miró, y su mirada ya no era de pasión, sino de algo muy tierno.
—¿Qué pasa? —preguntó con la voz un poco ronca.
—Tengo miedo, Alejandro —le dije, apoyando mi barbilla en su pecho—. En el fondo, me da mucho miedo lo que estamos haciendo. Y lo de la nota.
Él no dudó ni un segundo. Apretó su agarre en mi cintura, un gesto que me hacía sentir poseída.
—Yo tengo miedo de perderte —confesó, con una intensidad que me hizo tragar saliva—. Tu juventud, tu belleza y esa rebeldía tuya... me tienes cautivo. Es así.
Me miró fijamente, con sus ojos grises buscando una respuesta que yo no sabía cómo dar.
—Y tú, Valeria, dime: ¿Qué sientes por mí? Dime la verdad,