Operación Tango

Abril.-

El aire huele a tierra húmeda y a tensión palpable, desde mi posición estratégica en la cima de esta colina boscosa que marca la difusa línea entre Bélgica y Alemania, el silencio de la noche oscura es engañoso. 

Mis dedos se aferran al visor térmico de mi rifle, abajo la brigada omega se mueve como una sombra entre los abetos. 

— Brigada Omega ¿posición confirmada? –Mi voz, aunque susurrada al micrófono de mi intercomunicador resuena con la autoridad que años de mando me han inculcado cuando empecé a ascender. 

Un breve silencio, luego la voz firme de la Capitana Hernández (Pamela) regresa amortiguada por la distancia. 

— Brigada Omega en posición, aguardando su señal, capitana.

Mi mirada escanea el mapa digital proyectado en mis gafas tácticas, los puntos azules de mis dos equipos contrastan con el punto rojo, “el objetivo”

— Brigada Alfa, comenzamos con el flanqueo, recuerden, debemos conseguir pruebas, algo que nos lleve a los líderes de la red escarlata, mercancía y armas serán confiscadas, muévanse a discreción. 

Les ordeno poniéndome frente a ellos, a mi lado el líder de la brigada Halcón, liderada por nada más y nada menos que el coronel Maxwell, otro se quedaría solo a mirar, pero él… no puede estar lejos de la acción, sus palabras, no las mías. 

— No vayas a morir, Barbie –susurra de modo que solo yo puedo escucharlo, haciendo revolotear mariposas en mí estómago. 

— Usted tampoco coronel –suelto con la misma prepotencia que tanto odia y avanzo junto a mi equipo dejándolo atrás. 

Un silencio tenso sigue a mi orden, sabemos que estas mujeres son altamente peligrosas y organizadas, pero, nosotros somos mejores, veo a la brigada del coronel alejarse para flanquear el ala sur del lugar, junto a la brigada de Pamela. 

A pesar de lo fastidiosa que puede llegar a ser, me siento preocupada por ella y no quiero que le pase nada. 

— Capitana movimiento en el interior, confirmado –anuncia Pamela–. enemigo moviéndose al ala este, ambos armados, repito ambos armados.

— Copiado capitana Hernández –mi pulso se acelera ligeramente la confirmación de actividad enemiga tensa aún más el ambiente–. brigada alfa, ejecuten la brecha, ahora. 

Ordeno con la adrenalina fluyendo por mis venas y mi dedo índice listo sobre el gatillo de mi MP7. 

Un estampido seco rompe el silencio de la noche, veo una sección del muro oeste desmoronarse revelando un aguajero oscuro en la estructura. 

— ¡Brigada Halcón, MUEVANSE! –grito levantadme de mi posición, detrás de un vehículo abandonado. 

Mi equipo siguiéndome de cerca, moviéndonos con la agilidad y la sincronización que horas de entrenamiento nos han inculcado. 

Nos deslizamos a través de la brecha, el olor a polvo y escombros llenando el aire. El interior del almacén es un laberinto oscuro, solo el destello de la lluvia de balas nos guía el camino. 

— ¡EMBOSCADA! ¡Enemigo atrincherado en la antigua torre de vigilancia, flanco norte! ¡Recibimos fuego! 

Mi corazón dio un vuelco, siempre existe la posibilidad de una emboscada, pero no en esta misión que era ultra secreta y minimizamos los tiempos de planeación para que ningún tipo de información se filtre. 

Mi mente avanza rápidamente pensando en las posibilidades de conspiración, traición, pero es en lo menos que debo pensar ahora, solo tengo que proteger a mi equipo y hacer de esta misión con o sin emboscada, un éxito.

— ¡Brigada Omega y Halcón, a la antigua torre de vigilancia! –doy la orden rápidamente–. ¡Colombo y Rampsey envíen los dron hacia el flanco norte! – ¡Brigada Alfa, acabemos con estos hijos de puta!  

Las balas llovían a través del lugar, iluminándolo mis hombres dispararon sin piedad acabando con el enemigo en el interior del almacén, de reojo observo que la carga es mucho más grande de lo que se esperaba. 

— ¡SI QUIEREN LA MERCANCIA, LA VAN A TENER, PUEDEN QUEDARSE CON ELLA! –Oigo a una mujer con acento ruso. 

Uno de mis tenientes me mira con confusión, al cabo de dos segundos escuchamos caer algo en el suelo muy cerca de nosotros, granadas.

— ¡RETIRENSE! –le grito a toda mi brigada, pero antes de que podamos estar fuera, el estallido nos hace volar en medio de una humareda. 

El ruido ensordecedor me hace reaccionar, toso intentando recuperar el aliento, siento el humo del olor a la pólvora, todo el almacén hecho añicos, los trozos de la madera caen sobre mí, rápidamente me cubro la cabeza. 

— ¡Capitana Ford! ¿Me escucha? –vuelvo a toser. 

— ¡Colombo! Todo era una trampa, no había droga en este lugar. 

Ignoré la voz del teniente, buscaba a mis hombres en medio de la humareda, cuando mis ojos se enfocan en alguien que está a unos pocos metros tirado, inconsciente, el coronel. 

Como puedo me levanto, moviéndome de un lado a otro, siento el líquido caliente derramándose por mi frente, pero eso no me detiene para llegar hasta él. 

— Coronel –no me responde, el terror me recorrió por completo, acerqué mis dedos a su cuello, suspiré aliviada al sentir su pulso.

Pero, rápidamente otra explosión estalló muy cerca, esta vez afectando las comunicaciones, los dron enviados cayeron frente a mis ojos. 

Otro de los hombres de la brigada de Maxwell estaba dando alaridos de dolor, solo vi una oportunidad, alejarnos. 

(…) 

— Capitana ya no puedo más –la voz jadeante del teniente Miller, me hace detenerme–. el coronel está muy pesado, mi pierna… 

Con la adrenalina fluyendo por nuestro sistema, escapamos del campo de batalla, hacia el lado más montañoso, Maxwell tenía un impacto de bala en el costado, apenas pude sellar el agujero ejerciendo presión con la ayuda del chaleco “Hierba mala, nunca muere” 

— De acuerdo descansemos –le ordené con la voz agotada, pero llena de ira, la emboscada fue perfecta, milimétricamente planificada, sabían nuestras estrategias, todo. 

— Capitana Ford, creo que nos están cazando 

Mire alrededor, pero solo se veían árboles y maleza en medio de tanta oscuridad, pero los pasos retumbaban. 

— Tendremos que ir colina abajo, ayúdame a lanzar al coronel –el teniente Miller me miró con ojos horrorizados. 

— ¡Vamos! Te prometo que no le diré que tuviste que ver. 

Cojeando el teniente me ayudó y lanzamos al coronel colina abajo, lo vimos rodar y yo le rogaba al cielo aunque no creyera que existiera, que hubiera quedado vivo. 

— Nuestro turno.

Escuchaba los gemidos de dolor del teniente, seguramente tenía la pierna fracturada, pero no podíamos detenernos. 

Una vez alejados lo suficiente de los hombres que nos buscaban, comencé a atender al teniente, toque toda la pierna hasta que descubrí la causa del dolor. 

— Es tu cadera Miller, es solo una dislocación ¿Cómo carajos? 

— En la explosión, choque contra uno de los autos abandonados. 

— Ok, voy a ponerla en su lugar, será doloroso, pero debes aguantar –le advierto y el asiente con valentía, coloco su pierna sobre mi hombro, su respiración es agitada, con mis dos brazos rodeo su muslo y su pantorrilla, sin previo aviso ejerzo fuerza girando levemente la pierna. 

Un rugido emergió de la garganta del teniente, para luego quedar inconsciente. 

— Bien, se desmayó. 

Una vez asegurada la cadera del teniente, me enfoqué en el coronel, me preocupaba que siguiera inconsciente, aunque resultaba mejor así, no quería escucharlo mencionar los errores que había cometido en esta misión, a pesar no haber cometido ninguno porque trace mi plan de manera perfecta. 

Observo la herida que sigue derramando sangre, le quité el chaleco y subí su camiseta dejando parte de su torso musculoso desnudo.

— Tengo que sacar la bala –busco en mi mochila mi pequeño maletín de primero auxilios. 

Con la ayuda de una pequeña linterna, que coloco en mi boca introduzco las pinzas, cuando siento que tengo la bala y estoy a punto de sacarla el coronel despierta, soltando un bramido que me dejó paralizada, pero no me detuve y saqué la bala.

Sus ojos se enfocaron en mí y luego en mis manos. 

— Ya extraje la bala, quédese quieto.

Cuando finalice de cerrar la herida, coloqué las gasas sobre la improvisada sutura. 

— ¿Desde cuando eres tan experta? –su voz me estremeció todo el cuerpo y odiaba la sensación. 

— Mi madre era paramédico y luego logró su licenciatura en enfermería aunque tenía talento para ser una cirujana, ese maletín era de ella. 

Sentí los ojos de Elijah sobre mí lo que me inquietaba. 

— Tu operativo… 

— No cometí errores –lo interrumpí poniéndome a la defensiva. 

— Sé que no –suelta intentando reprimir un gemido de dolor–. alguien dio la información. 

— En la base no pueden haber traidores. 

— Eso solo nos dice una cosa, la red escarlata puede infiltrarse en cualquier organización, pero nuestra base es casi secreta, somos fuerzas especiales. 

— Pero, cometieron un error –comenté solemne–. tienen conexiones rusas. 

— Tu frente –me dice sin dar respuesta a mi dato, tal vez le enoja que haya sido yo quien descubriera el error que cometió el enemigo.

— Descanse, mañana el camino de regreso será largo, no hay comunicación, así que no vendrán a buscarnos esta noche. 

(…) 

— Capitana Hernández ¿me copia? –solo se escuchaba estática al otro lado, me sentí frustrada. 

El coronel y el teniente Miller seguían dormidos, los rayos del sol comenzaban a aparecer, volví al pequeño recipiente donde estaba la bala que le extraje al coronel. 

Le quité los restos de sangre una pregunta apareció en mi mente ¿Qué hubiera hecho si el… habría muerto? El solo pensarlo me heló la sangre de miedo.

Miré de nuevo la bala ya limpia, abrí los ojos sorprendida, vi el serial de la bala. 

— ¡¿Es una puta broma?! 

— ¿Qué es una puta broma capitana Barbie? 

Me guarde la bala entre mis pechos, cambiando mi expresión. 

— Sigo sin poder comunicarme con nadie –le respondo intentando sonar convincente, Elijah me observa entornando los ojos–. debemos continuar nuestro camino, tratar de llegar a un lugar con señal para que vengan a buscarnos. 

En este momento no confío en absolutamente nadie, ni siquiera en mi sombra, este operativo era importante para mí y fue arruinado o por un traidor o por alguien que buscaba que yo fracasara y Elijah Maxwell siempre ha querido mi salida de la base, por lo tanto me guardaré este secreto e iniciaré mi propia investigación. 

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