158. El retorno
La vida de Ha-na había adquirido una cualidad irreal, como si estuviera atrapada en un escenario donde todos la observaban, juzgaban y comentaban en voz baja. Desde el día de la boda, su mundo se había transformado en un espectáculo público. En el pequeño vecindario donde había decidido refugiarse, la gente la reconocía como "la novia plantada", como si fuera un personaje de un drama que habían visto y no una persona real con emociones complejas.
Había regresado a esa ciudad porque le ofrecía algo que ansiaba: anonimato. O al menos eso pensaba. Pero pronto se dio cuenta de que los murmullos no respetaban fronteras, y su historia, amplificada por rumores, parecía seguirla donde fuera.
Cada vez que salía de casa, sentía las miradas de los vecinos, unas discretas, otras descaradas. Susurraban entre ellos, gesticulando con sus manos y cuchicheando mientras ella pasaba. Podía escuchar retazos de sus comentarios, aunque finge que no.
—Es ella, ¿verdad? La que fue plantada en el altar.
—¿Y q