Mundo ficciónIniciar sesiónEn el taxi, Vanessa sonrió con una mueca mientras observaba a Luca alejarse, una chispa de determinación ardiendo en sus ojos.
El dolor que había soportado cinco años atrás… ¡se lo devolvería multiplicado por cien!
De pronto, la pequeña tiró de su blusa y preguntó con preocupación:
Vanessa enseguida reprimió sus emociones y se giró hacia ella con una sonrisa suave.
—¡Espaguetis! Con camarones y albóndigas.
Vanessa soltó una risa y le pellizcó la barriguita.
La niña infló las mejillas, giró la cabeza y fingió estar molesta.
—¡Jajaja! Está bien, está bien, Isla no tiene nada de carne en la barriguita —siguió bromeando Vanessa.
—¡Ay no, mami, deja de reírte! —protestó la niña, agarrándose el cabello con frustración.
—Ya no me reiré más. Vamos a casa a comer —dijo Vanessa entre risas.
Esa noche, después de acostar a la pequeña, Vanessa se levantó para ordenar la sala.
El salón estaba completamente a oscuras. Se sentó junto a la ventana de cristal, observando las luces de la ciudad mientras su mente se llenaba de pensamientos.
Los recuerdos de hace cinco años regresaron como una avalancha.
Había amado a Luca durante siete años, aferrándose a él sin pudor, intentando derretir el hielo que lo rodeaba. Al final, consiguió casarse con él. Por él, se apartó de la familia Saxon y renunció a estudiar en el extranjero para poder pasar más tiempo a su lado.
Aunque él no apareció en su cumpleaños más importante… aunque no vino a verla cuando regresó empapada por la lluvia con fiebre alta… aunque, después de casarse, nunca pasó una sola noche en casa, dejándola como objeto de burla para los demás. Todo eso lo soportó, porque sabía que su matrimonio era solo un acuerdo de conveniencia, y él no sentía nada por ella.
Aun así, recordaba cómo se esforzó por cumplir el papel de “Señora Kensington”, creyendo ingenuamente que algún día podría tocar su corazón.
Hasta que él mismo le administró oxitocina… y la envió al quirófano.
Esos recuerdos la torturaron día tras día.
Si Daxton no hubiera aparecido para rescatarla, probablemente ahora solo quedarían sus huesos.
Pero ya no era la Vanessa ingenua que había sido manipulada cinco años atrás.
Había regresado… y todo apenas comenzaba.
De pronto, el timbre de la puerta interrumpió sus pensamientos.
Vanessa se acercó y miró por la mirilla. Afuera había un hombre con varios paquetes de comida en las manos, contrastando con su elegante traje azul marino.
Alzó una ceja, sorprendida, y abrió la puerta.
Daxton entró con las bolsas mientras se quitaba los zapatos.
Vanessa desvió la mirada, pero al final solo respondió en voz baja:
—Entonces supongo que tendré que comer esto solo —dijo él, colocando la comida sobre la mesa—. ¿Por qué estás tan callada? Es de tu restaurante favorito.
Recuperando la compostura, Vanessa se sentó, aunque sin mucho apetito.
Daxton, como si estuviera en su propia casa, abrió el mueble del vino y sirvió dos copas de tinto.
—Vino tinto y botanas… típico de ti, presidente Radcliffe —respondió Vanessa tomando la copa—. Casi todo está listo. Mañana iremos a la primera licitación.
Daxton, que siempre confiaba en ella, la observó con disimulo, dudando si hacer esa pregunta.
Vanessa sonrió con suavidad.
—Nada se te escapa.
—Entre él y yo ya no hay nada —dijo ella, vaciando de un trago su copa. Un destello de cansancio cruzó su mirada.
“¿Y qué hay de mí?”, pensó Daxton, aunque no se atrevió a decirlo. En cambio, sonrió y cambió de tema.
—No le daré esa oportunidad.
Tras conversar un rato más, Daxton se marchó.
Vanessa recogió el desorden de la sala y regresó al dormitorio. Se acostó al lado de su hija, observando su carita dormida. Le dio un suave beso en la mejilla, una determinación firme brillando en sus ojos.
¡No dejaría que nadie lastimara a Isla!
Al día siguiente, en las oficinas del Grupo K, dentro del despacho del presidente.
Luca miraba los datos en la pantalla del ordenador, en silencio.
¿Esa niña se llama Isla Saxon… y no lleva el apellido Radcliffe?
Perdido en sus pensamientos, un golpe en la puerta lo sacó de su trance.
—Adelante.
Beatriz entró con un vestido negro que resaltaba su figura perfecta, el rostro maquillado con delicadeza y el cabello suelto sobre los hombros, irradiando elegancia y confianza.
Con una sonrisa suave, dijo en voz melosa:
—¿Necesitas algo? —preguntó él con un tono más frío de lo habitual.
Aquel tono helado le atravesó el corazón como una espina.
Durante cinco años, sin importar cuánto se esforzara, incluso después de mudarse a la mansión Kensington y ser reconocida por el señor Kensington como parte de la familia, Luca seguía negándose a comprometerse con ella.
Sabía que él aún guardaba a Vanessa en su corazón, aunque no pudiera perdonarla por la traición. Con la personalidad de Luca, jamás daría marcha atrás.
Pero, al fin y al cabo, la única que permanecía a su lado… era ella.
Solo necesitaba confirmarlo.
Mantuvo la sonrisa y, con tono tentativo, dijo:
Luca siguió revisando los documentos sin siquiera mirarla.







