Mundo ficciónIniciar sesiónBeatriz observó la expresión de Luca, sin poder descifrar sus emociones, y enseguida continuó con su intento de sonsacarle información.
Con un fuerte bang, Luca cerró la carpeta de golpe, un destello de ira cruzando sus ojos.
Al cruzar su mirada con la de él, un escalofrío recorrió el cuerpo de Beatriz. Aun así, no se movió y siguió hablando:
—¿Ya terminaste? —la interrumpió Luca, su voz helada.
—¡Es la verdad! Hace cinco años ella te traicionó, se acostó con Daxton y conspiró con él para engañarte. Esos...
La mirada peligrosa de Luca se enroscó en torno a Beatriz como una serpiente. Sus delgados labios se separaron apenas para pronunciar:
Al notar que Luca realmente estaba enfadado, Beatriz decidió marcharse de inmediato, soltando un suspiro de alivio en silencio. Aunque lo había provocado, al menos confirmaba que la espina seguía clavada en su corazón, imposible de arrancar.
Y eso le bastaba para sentirse tranquila.
Sin embargo, en los ojos de Beatriz, Vanessa era una amenaza. Sabía que esa mujer estaba tramando algo, dispuesta a continuar el asunto que había quedado inconcluso hace cinco años.
Luca se quedó solo en la oficina. Se llevó la mano al puente de la nariz, intentando apartar los pensamientos caóticos que lo perseguían.
En ese momento, el secretario entró con una pila de documentos. Al ver la expresión cansada de su jefe, dudó antes de hablar.
—Procedan como siempre.
El secretario asintió.
Luca se quedó inmóvil por un segundo, pero pronto recuperó la calma.
—Entendido.
Mientras tanto, Vanessa estaba ocupada preparando los materiales de licitación para entregárselos a su asistente.
—Ya casi es hora. Ve a preparar el coche.
—Sí, jefa.
A la una de la tarde, los autos de las distintas empresas comenzaron a llegar al Edificio Empresarial X según lo previsto.
Vanessa y su asistente llegaron temprano. Notaron que las demás compañías enviaron a sus vicepresidentes acompañados de un séquito de empleados, diez personas o más, luciendo imponentes y seguros de sí mismos.
En cambio, el grupo de Vanessa estaba compuesto solo por la dueña de la empresa y su secretaria, proyectando una imagen sencilla y algo fuera de lugar.
Mientras los demás se saludaban cordialmente, el entorno de Vanessa se sentía frío y silencioso.
—No esperaba que nuestra empresa fuera tan discreta —comentó Vanessa con una sonrisa irónica.
—Discreta no… ¡invisible, diría yo! —refunfuñó la asistente, entregándole una copa de champán—. Mírelos bien: treinta por ciento de sonrisas, setenta por ciento de burla. No tienen ni una pizca de visión.
Vanessa soltó una risita ligera, pero su mirada se posó en una figura familiar no muy lejos.
Beatriz Langley. Representante de Ness Corp.
Una oleada de odio recorrió el rostro de Vanessa, apretando con fuerza la copa entre sus dedos.
Beatriz también la miró, lanzándole una mirada provocadora.
Vanessa alzó la copa y sonrió con calma, devolviéndole el gesto con la misma sonrisa.
A la 1:30 p.m., llegó el momento de entrar.
A Vanessa le asignaron un asiento al lado izquierdo de la primera fila.
Cuando todos se acomodaron, comenzaron los murmullos. ¿Cómo era posible que una empresa desconocida ocupara un asiento tan importante?
Mientras revisaba los documentos, escuchó claramente los comentarios despectivos que flotaban a su alrededor.
—¿Alguien ha oído hablar de esa empresa?
—Dicen que es nueva, recién establecida. La gente que trajeron es muy joven, seguro solo vienen a observar.
—A este paso, ni siquiera tendrán el valor de hablar más tarde.
Risas burlonas siguieron al comentario.
Vanessa levantó la vista y lanzó una mirada fría al grupo que hablaba. Su sonrisa permanecía en su rostro, pero no llegaba a sus ojos.
Los hombres que había reprendido no eran cualquiera: todos ocupaban altos cargos en sus empresas. Ser humillados públicamente por Vanessa hizo que sus rostros se tornaran rojos y oscuros a la vez. Justo cuando uno de ellos iba a replicar, la puerta de la sala de conferencias se abrió.
Los clientes habían llegado.
El ambiente se volvió silencioso al instante. El jefe del departamento de publicidad tomó la palabra para explicar las reglas de la licitación y el orden de presentación.
Beatriz se levantó, con una sonrisa confiada, como si la victoria ya fuera suya, y caminó hacia el estrado.
Tras una ronda de exposición, estallaron los aplausos. Disfrutando del reconocimiento, Beatriz miró hacia Vanessa con una mueca altiva.
Sus palabras iban claramente dirigidas a Vanessa, y todos voltearon a mirarla con expresiones de burla.
Vanessa levantó la mirada y sonrió con serenidad.
Beatriz abrió la boca para responder, pero Vanessa no le dio oportunidad.
—Ness Corp y el Grupo K proponen construir un distrito comercial. Dejando de lado que su diseño parece de plástico barato, ¿no cree que ese quiosco se vería completamente fuera de lugar en un entorno tan moderno?
Beatriz mantuvo su sonrisa, aunque no dijo nada.
—Pensé que Ness Corp habría hecho una inspección de campo —añadió Vanessa con una voz tranquila pero afilada—. Pero parece que ni siquiera han hecho la tarea más básica.







