—No te preocupes, sé que estás ocupado. Lo importante es que pudiste venir.
Sofía respondió con la misma sonrisa, dejando ver su calma ante la situación.
Al ver la cercanía y la química tan especial que había entre ellos, las miradas de envidia de los presentes eran más que obvias.
Incluso en la mirada que Lorena dirigía a Alejandro se percibía ahora un tono de aprobación.
La expresión de Valeria, en cambio, se ensombreció. El enojo se volvió obvio en sus facciones y volteó a ver al carro estacionado afuera.
«Ese tipo acaba de bajarse de ahí…», pensó. «Si no recuerdo mal, es el último modelo que salió hace poco, solo hay diez en todo el país y vale una fortuna».
Recordó que Eduardo Vega había intentado comprar uno, pero se agotaron en cuanto salieron a la venta.
«¿Cómo es que un carro así acabó en sus manos?».
A simple vista, no parecía más que un simple aprovechado.
«¿No será que Sofía, para guardar las apariencias, gastó un dineral en rentar el carro solo para que él lo manejara?».
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