En apariencia, la familia parecía unida y en paz. Eduardo se mantuvo muy atento a Valeria, sirviéndole sus platillos preferidos. Los señores Vega los molestaban con bromas de vez en cuando y, a ojos de la empleada, todo parecía estar en orden.
«Quizá lo mejor sea fingir que no sé nada de lo que pasó antes», pensó la mujer. «A fin de cuentas, no es asunto mío. Solo tengo que concentrarme en mi trabajo y ya está. Lo demás no tiene importancia».
Con eso en mente, la empleada se puso a trabajar con más empeño.
«Mientras nada de esto me salpique, todo estará bien».
Valeria se contagió del ambiente y también se rio. Antes se había sentido un poco inquieta. Después de todo, había pasado bastante tiempo a solas con Eduardo en el piso de arriba y no sabía qué podrían pensar sus padres. Pero por lo que veía, eran bastante comprensivos y no parecían tener ninguna intención de recriminarle nada.
Al darse cuenta, se sintió más tranquila.
—Señora Vega, las costillas que preparó su cocinera están del