Después de todo, era una verdad innegable: nadie más en esa empresa tenía el valor para hacer algo así. Y era precisamente la presencia de Alejandro lo que le infundía esa confianza.
Aprovechando la situación, Mateo se acercó con naturalidad a su lado para hacer las presentaciones.
—Bueno, creo que lo mejor será ir a la oficina. Deberíamos pensar con calma en nuestro siguiente paso, ¿no creen?
Cuando los tres entraron en el área principal, la primera persona que los recibió fue una recepcionista cuyo maquillaje era una obra de arte.
—Directora…
Su voz era melosa, como el ronroneo de un gato que busca caricias.
—Si tienes algo que decir, dilo bien. Déjate de dramas.
Sofía observó a la recepcionista, que se movía con nerviosismo. Con manos torpes, la empleada se apresuró a limpiarle una mancha imaginaria de la ropa.
—Listo. Todo esto es tuyo, ya tienes el camino bien definido —bromeó Mateo, sonriendo al ver la expresión de Sofía.
Sin embargo, la reacción de ella fue inesperada.
—No te p