No quería seguir ahí ni un segundo más. Sofía temía que la estupidez de ese par de tontos fuera contagiosa.
Hablar con ellos era una absoluta pérdida de tiempo.
Sentía que, de seguir allí, corría el riesgo de perder algunas neuronas.
Cuando se fue, Daniel y Laura se quedaron mirándose sin saber qué decir.
Daniel ya iba a acelerar para irse, pero Laura le puso una mano sobre la suya, que descansaba en el volante.
—¿Ya te diste cuenta? Ha pasado tanto tiempo y sigue igual de arrogante. Quién sabe si cuando estaba contigo no era solo por tu dinero. Todo lo que has sufrido en este tiempo… ¿no es por culpa de ella?
Al principio, a él no le había importado, pero esas palabras hicieron que todos los malos recuerdos de las últimas semanas volvieran de golpe.
—Tienes razón.
No había olvidado ni por un instante los días que pasó encerrado en su casa, ni mucho menos el tiempo en la cárcel.
Ahora que la veía en un estado tan lamentable, sentía que debía aprovechar para rematarla.
—Daniel, no es qu