—Sé que lo que pasó afectó a la empresa, pero esto no es solo por mi culpa. ¿Acaso Eduardo no tuvo nada que ver?
Sofía se defendió, reacia a que su madre le echara toda la culpa. No era justo para ella, sobre todo después de todo lo que había hecho por la compañía.
Las palabras fueron un golpe bajo para su madre.
Se levantó de un salto, mirándola con furia mientras le gritaba:
—¡Es tu cuñado! ¿Cómo te atreves a culparlo de algo tan grave? ¿Dónde quedaron los modales que te enseñé? ¿No te sirvió de nada todo lo que te he dicho?
Sofía apretó la mandíbula y la enfrentó.
—¿Qué cuñado ni qué nada? ¡No es nada mío! Tú misma viste cómo es en la residencia, ¿y todavía no quieres aceptar que Eduardo es el del problema?
Apartó la cara con desprecio.
—Ese tipo es un patán, y nunca va a ser mi cuñado. ¡No lo voy a aceptar!
—¡Pum!
Lorena golpeó la mesa y se puso de pie.
—¡Sofía! ¿Pretendes desafiarme?
—¡No hice nada malo! —le gritó de vuelta—. ¡Yo conseguí los dos proyectos más importantes para la