Al ver la escena, Alejandro se mostró indignado.
Cuando Marcela le había mandado el mensaje, todavía estaba dudando si ir.
Después de todo, Sofía y él llevaban unos días distanciados.
Esa relación tan extraña e indefinible que tenían, él aún no lograba comprenderla del todo, no sabía ni qué pensar.
Ahora, al verlas completamente ebrias, en medio de la pista, siendo el centro de las miradas de tantos tipos, empezó a lamentar haber tardado tanto en llegar.
Con esa idea en mente y el semblante serio, se dirigió al centro de la pista y, tomando a cada una del brazo, las sacó de allí sin pensarlo dos veces.
Al principio, Marcela opuso resistencia.
—¡Ey! ¿Quién te crees que eres para arruinarme la noche?
Sofía, al escucharla, también se encendió. ¡Cómo se atrevía alguien a molestar a su amiga!
¿Le habían pedido permiso?
Sus ojos recuperaron un poco de lucidez y empezó a forcejear también.
—¡Pero bueno! ¡Suéltame de una vez…!
Cuando Sofía logró enfocar bien la cara del sujeto, bajó la voz al