—¿Qué haces?
Sofía rio ligeramente.
—Ya, no te preocupes. Mejor concentrémonos en el trabajo, ¿sí? No le des tantas vueltas.
Elena lo pensó un momento y concluyó que, en efecto, tenía razón.
Mientras conversaban, alguien llamó a la puerta de su oficina.
Las dos voltearon al mismo tiempo.
La persona que había tocado miró a Sofía.
—Señorita Vargas, la directora general quiere verla.
Una sombra cruzó su mirada.
—Voy para allá.
Elena, a su lado, aventuró una hipótesis:
—¿Será por lo que pasó en la mañana?
Sofía asintió.
—Es probable. Pero no estoy segura, mejor voy a ver qué quiere.
—Bueno, Sofi, te dejo. Yo también tengo que seguir con lo mío.
Se despidieron y Sofía se dirigió a la oficina de la directora general.
Llamó a la puerta y, tras un momento, una voz le indicó que pasara desde el interior.
Cuando entró, la directora general estaba inclinada sobre el escritorio, escribiendo algo cabizbaja.
Parecía no haber notado su presencia y continuaba absorta en sus asuntos.
Esperó un momento,