«¿Con hechos? Está bien, te voy a demostrar de qué soy capaz».
Daniel respiró profundo. Al ver que nadie a su alrededor se movía, la rabia lo consumió.
—¿Qué tanto miran? ¿No tienen nada mejor que hacer? ¿O qué? ¿No se piensan largar? ¿Tan desocupados están?
Al ver su actitud, los extras contratados no pudieron contenerse.
Uno por uno, se acercaron a él.
—Todavía no nos ha pagado.
—Acordamos un precio y todavía no hemos visto ni un centavo.
—Este tipo no estará pensando en no pagarnos, ¿o sí?
Al escuchar esto último, Daniel estalló.
—¡Cómo creen que no les voy a pagar! ¡Qué estupideces dicen!
Nadie se movió. Al escuchar aquello, la gente no pudo evitar dirigirle miradas de desconfianza a Daniel. Y pensar que al principio les había parecido digno de lástima, que lo trataran de esa manera. Pero ahora veían que todo tenía una explicación. No merecía ninguna compasión.
Si eso pensaban los extras, qué no dirían los curiosos que se habían juntado.
La reputación de Daniel se había ido por los