No se imaginaba que así era Daniel como gerente en la empresa.
Solo tenía que estar sentado en la oficina y le llevaban propuestas y documentos; él solo los revisaba.
Al ver esto, Laura no pudo evitar alzar una ceja.
«Y yo que pensaba que Daniel era tan capaz».
A veces hasta dudaba de su propio gusto y criterio. ¿En serio ella había elegido a ese tipo?
Además de su estatus, ¿qué más tenía de bueno?
Daniel la vio parada en la puerta con el termo, se enderezó y, tratando de sonar serio, le dijo:
—Laurita, ya que estás aquí, ¿por qué te quedas ahí afuera? La próxima vez entra directo, mi puerta siempre está abierta para ti.
Al escucharlo decir esto, todos los presentes, muy discretos, se retiraron.
Laura sonrió sutilmente y no dijo nada.
—Ayer te vi algo preocupado, así que hoy te traje el caldo que tanto te gusta, para que repongas energías.
Daniel tomó el termo y una sonrisa amplia se dibujó en su cara.
—¡Qué bien! Sabía que tú eres la más atenta.
Ella, con un gesto coqueto y considerad