—Antes me dejé llevar por chismes, pero ya entendí todo. Vine porque quiero que me perdones.
El escándalo que ambos habían armado frente al edificio de la empresa había atraído a una multitud considerable.
Incluso algunos, sin entender bien qué pasaba, aplaudían y se unían al griterío.
—¡Dile que sí, dile que sí!
Los gritos resonaban por todas partes, pero la sonrisa de Daniel se ensanchaba cada vez más.
De hecho, entre la multitud había varios actores que él mismo había contratado para animar el ambiente.
Estaba convencido de que, con toda esa presión social, Sofía no podría negarse.
Además, estaban en la entrada de su empresa; un escándalo así afectaría las acciones de la compañía, y eso a ella no le convendría nada.
Actuaba así porque creía tenerla controlada, conociendo su punto débil.
Estaba apostando a que ella, por orgullo o por evitar un escándalo mayor, no se atrevería a humillarlo en público.
Creía conocerla a la perfección.
La consideraba tímida, fácil de intimidar y, sobre