Al ver aquello, Alejandro sintió una punzada de molestia.
Consideró que era necesario hablar con Javier sobre lo consentida que era su hermana.
Pero al instante, Jimena demostró que sabía cómo congraciarse.
Señaló una prenda y le dijo a Alejandro con entusiasmo:
—Alex, ¿qué te parece esta camisa? ¡Yo creo que te quedaría perfecta! ¡Y esta corbata y este pantalón! ¡Compré el conjunto completo!
Él examinó las prendas y sus ojos brillaron con interés.
En efecto, era su estilo, el tipo de ropa que solía usar.
Justo cuando iba a pagar, Jimena se le adelantó.
—Yo invito, Alex. Es mi regalo para ti.
Por alguna razón, Alejandro sintió una extraña calidez.
Después de todo, ni siquiera Sofía solía comprarle esa clase de cosas.
—Muy bien, Jimena. Ya eres toda una mujer.
Ella se mostró especialmente cariñosa.
—¡Claro que sí! Y que conste que esto sale de mis ahorros, ¡eh! No creas que sigo siendo una niña.
La joven llevaba un vestido largo de un blanco puro que, combinado con sus gestos y expresio