Al pensar en eso, su mirada se dirigió fugazmente hacia Valeria, quien estaba a su lado; ella sintió un escalofrío recorrerle la espalda.
Al cruzar su mirada con la de Alejandro, se sintió extrañamente intimidada.
Sin embargo, al instante, esa sensación le pareció ridícula.
«¿Cómo era posible que ella, una Vargas de su categoría, sintiera temor ante un tipo cualquiera?»
Enderezó la espalda y, antes de que pudiera articular palabra, el murmullo proveniente del exterior se intensificó.
—¿Qué? ¿Llegó el director general de Altamira Desarrollos?
—¿De verdad? ¡Yo también quiero verlo!
La curiosidad de Valeria se encendió de inmediato.
Aunque su relación con Eduardo iba bien, «¿quién no albergaba la ambición de algo mejor? Al final, cada quien busca lo suyo, y claro que ella deseaba tener opciones superiores».
Así, se unió al resto, estirando el cuello con expectación hacia la entrada.
Sofía, por su parte, no pudo evitar sentirse algo extrañada.
Murmuró para sí misma:
—Qué raro. Este señor c