Sofía asintió con un leve gemido y luego preguntó:
—¿Qué es esto?
—Un consomé para la resaca —respondió Alejandro, sentándose a su lado y atrayéndola con suavidad para que apoyara la cabeza en su fornido hombro—. Bebiste muchísimo anoche, seguro hoy te dolería la cabeza, así que te preparé esto.
—Pruébalo, te vas a sentir mejor.
Contempló el líquido de un tono anaranjado y sintió una emoción cálida en el pecho. Fijó la mirada en el perfil cincelado de él, en el hermoso puente de su nariz, y el corazón le dio un respingo.
«Si lo considero como prospecto para casarme», pensó, «Alejandro es, sin duda, el hombre perfecto. Incluso comparado con Daniel, le da mil vueltas».
Él la observó con un aire de confusión.
—¿Qué esperas? Tienes que tomarlo caliente para que haga efecto.
Ella asintió, aún algo aturdida, y entreabrió apenas los labios, dejándose llevar mientras él le daba de beber.
La sorpresa la asaltó al primer sorbo. Aunque el color del consomé sugería un sabor amargo, descubrió con a