Elena nunca había visto a Sofía así; un poco intimidada, asintió.
—Sí, sí. Tenía muchísima prisa, seguro tuvo algún problema en casa, si no, no se habría ido tan apurado.
Al oír esto, Sofía rio con leve desprecio, sin dignarse a responderle a su colega.
Sabía perfectamente por qué el gerente Durán había renunciado.
Simplemente, le avergonzaba tener que enfrentarla.
Y, además, estar atrapado entre ella y Valeria debió resultarle insoportable.
Con un plan ya trazado y los dos contratos firmados por los directores en su poder, se encaminó hacia la oficina de la directora general.
Llamó a la puerta y, solo después de oír una voz indicándole que pasara, empujó y entró.
Al hacerlo, vio a Lorena. Llevaba unas gafas con una delicada cadena de perlas, lo que le confería un aire de notable distinción.
Sofía la saludó con formalidad.
—Directora.
Lorena levantó la mirada del documento que leía; ver a su hija allí la tomó por sorpresa.
—¿Tú por aquí?
Después de todo, en todo el tiempo que llevaba e