A fin de cuentas, esta había sido su elección y su apuesta.
Incluso si perdía, tendría que asimilarlo todo por sí misma.
Sofía abrió una aplicación en su celular y estaba buscando un Uber, cuando una voz masculina que sonaba rencorosa, se dejó escuchar muy cerca.
—Lo hiciste a propósito, ¿no?
Al escuchar la voz, dio un salto para atrás.
No se había percatado en absoluto de que había alguien a su lado.
Se recompuso y, al levantar la vista, se encontró con la cara de Daniel, que era un poema de mal humor.
—Vaya, ¿cambiaste de profesión? —no pudo evitar decir ella con sarcasmo.
Daniel tardó un instante en reaccionar, con una expresión de desconcierto.
—¿A qué te refieres?
—A nada en particular, solo a un payaso que me encontré haciendo gracias en la puerta de mi casa —dijo ella con indiferencia—. Muévete, la gente educada no estorba.
Al escuchar esto, la expresión de Daniel se transformó; ni el peinado recién hecho lograba disimular su furia.
—¿Qué quieres decir con eso?
—Vine a buscarte,