La Esposa de mi Hermano
La Esposa de mi Hermano
Por: Eliza Marquez
Presión

Todo estaba listo. La iglesia, decorada con flores blancas, rebosaba de invitados. El novio ya aguardaba en el altar. Hacía calor. Una tormenta se avecinaba.

Vestida de blanco, Natalia rezaba en la sacristía. El padre entró.

—Hace mucho calor aquí, hija. Abriré la puerta trasera, entrará algo de aire. En diez minutos comenzamos.

—Gracias, padre Benito —dijo ella, sin levantar la vista.

Todo transcurrió en una nebulosa — Mírate eres una jodida reina, la tomó de la muñeca y serás mía para siempre. Hasta que la muerte nos separe.

Natalia lo miro en silencio, el se dio la vuelta. Pero cuando vio la puerta abierta, lo comprendió. Esa era la respuesta a su plegaria. Sin pensarlo, corrió.

Corrió con todas sus fuerzas por el campo, bajo las primeras gotas de lluvia. El cielo rugía. El vestido ondeaba como una bandera rota. Sus zapatos quedaron atrás. Ella corrió. Descalza, empapada, con el vestido enlodado.

Miró hacia el cielo. — De verdad lo siento no puedo con esto. Miró hacia donde quedaba el hospital y pensó en su amado Alejandro. Su vida había cambiado de la noche a la mañana.

Debajo de la ducha Natalia lloraba ,en el pueblo se empezó a correr el rumor del romance entre Natalia Pereyra Iraola y Leonardo Alzaga.

Genoveva se encontraba en la cocina cuando Leonardo ingreso.

— Sigue encerrada en el baño.

— Sí sigue insistiendo en la versión que tu la atacaste alguien podría creerle.

—¿Quién lo hará?, pregunto Leonardo muy confiado.–Puede estar tranquila todos son de mi absoluta confianza. A los ojos del pueblo Alejandro Gutierrez drogo a su novia para abusar de ella y yo la salve. Agradecida por mi acto heroico su hija me acepto, nos casaremos y todo quedará atrás.

— ¿ Qué paso con Alejandro?, pregunto Genoveva.

— Debe estar muerto, me ocupe de eso y usted se ocupará de que nuestra versión sea la que repita este mediocre pueblo.

Natalia tomó el teléfono y marco el número de Alejandro, en la casa de Alejandro nadie respondió. Temblando apretó el tubo con fuerza.

— Mírate eres preciosa hasta en bata dijo Leonardo.

Natalia colgo el teléfono.— Quiero que te vayas, no quiero verte, ¿como permites que siga en mi casa?, grito histérica.

—Natalia querida cálmate le dijo Genoveva a su hija.

— Que me calme, es un violador y tu me pides calma ,te vas de mi casa ahora mismo dijo ella arrojandole un florero.

Leonardo intento agarrarla — No te atrevas a tocarme, no me toques dijo ella .

—Natalia lo siento, nos comenzamos a besar, no debí dejarme llevar pero tu sabes que siempre me has gustado .

— Estás mintiendo, sollozaba ella.– Tú nos atacaste y golpeaste a Alejandro.

—Por supuesto que sí no lo niego, pero por Dios como querías que reaccionará cuando él te estaba atacando.

— Cállate, eres un embustero. Vete de mi casa grito llorando.

— Todo el pueblo nos vio no miento , no podemos cambiar esto pero si podemos intentar remediar un poco estiro una cajita de terciopelo la abrió en ella había dos alianzas de oro, nos casaremos y solo será un mal inicio dijo Leonardo.

— No me casaré con un violador jamás dijo ella y volvió a su dormitorio.

Genoveva estaba furiosa siguió a su hija .

— ¿Qué demonios estás pensando?, vuelve a la sala y retráctate le ordenó a su hija.

— Me violo no me voy a casar con él no puedes pedirme semejante cosa

— Nadie te cree, yo no te creo te vieron. – Natalia miró a su madre.– Vi las imágenes de seguridad, llegaste borracha y más que dispuesta.

— Lo siento mucho, pero no podía seguir esperarando dijo él

— Vete de mi habitación no te quiero aca le grito histérica.

— Genoveva por favor permitame hablar a solas con su hija dijo

— Por favor mamá no me dejes te lo suplico dijo ella .

— No exageres Natalia, hablas de el como si fuera un delincuente.

—¡Mamá!, sollozo al ver a su madre abandonar la habitación.

—Te vas a casar conmigo y vas a dejar de decir que te viole o tu adorado Alejandro terminara en la cárcel o muerto lo que pase primero exclamó el mostrandole una imagen de el todo herido en una cama de hospital esposado.

Natalia sollozaba. Sus manos temblaban incontrolablemente mientras su rostro estaba bañado en lágrimas. Sentía un nudo en la garganta y el miedo latiéndole en las sienes. El terror la paralizaba.

Leonardo la observó detenidamente. Al ver su vulnerabilidad, esbozó una sonrisa torcida, cruel. Aprovechó la ocasión para avanzar con firmeza, como un depredador que huele la sangre de su presa.

Se inclinó sobre ella, la tomó del rostro y la besó por la fuerza. Natalia forcejeó, se retorció, y en un arranque de furia le escupió en la cara.

Él retrocedió, humillado por el gesto. La rabia le deformó los rasgos.

—¡Maldita! —rugió, y le dio una bofetada brutal que la lanzó hacia la cama. Natalia cayó de lado, el dolor le atravesó el rostro como una ráfaga de fuego. Sintió el sabor metálico de la sangre en la boca.

—Escucha bien, porque no lo repetiré —espetó, con voz grave y autoritaria—. Te casarás conmigo. No toleraré faltas de respeto. Hazte a la idea: serás mi esposa. Solo la muerte nos separará. Si no aceptas, tu adorado Alejandro acabará en la cárcel... o muerto. Tú eliges, Natalia.

Ella lo miró con el alma hecha trizas. El dolor físico se mezclaba con la humillación, la impotencia y el pánico. Quería gritar, pero no salía voz. Sabía que Leonardo no era hombre de amenazas vacías.

Poco después, Leonardo fue al bar del pueblo. Con una copa en la mano y una sonrisa petulante, comentó en voz alta que pronto se casaría con Natalia. Bastó ese gesto para que el rumor comenzara a esparcirse como pólvora.

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