Ariadna se encontraba recostada en su cama, eran las nueve de la noche. A pesar del cansancio del día, su mente no lograba detenerse. Después del inesperado encuentro con Leonardo, una fuerte discusión con Máximo había estallado. Él le había sugerido dejar todo como estaba, no arriesgarse más. Pero Ariadna no podía hacerlo, no después de todo lo que había pasado. Debía reconocerlo: Leonardo la afectaba más de lo que había anticipado. Sin embargo, lo que no lograba apartar de su mente era la imagen de Daniel Petri, defendiéndola con una determinación que la había conmovido profundamente.
Tomó su teléfono, dudó unos segundos, y luego escribió.
“Gracias. Aunque no lo crea, me salvó la vida. Espero su reporte mañana. — Della Croze.”
Al otro lado de la ciudad, Daniel leyó el mensaje mientras servía la cena. Sonrió. Esa mujer era increíble, pensó.
Máximo no había dejado de pensar en lo ocurrido. El incidente había sido una alerta, una amenaza directa. Debían encontrar cuanto antes al emp