Ariadna escuchaba las palabras del padre Aurelio mientras descendía los pocos escalones hacia el patio donde se celebraba la inauguración. Apenas puso un pie en el lugar, lo primero que vio fue a su madre: estaba muy seria, enfrascada en una conversación con Antonio. Pero él, al notar la llegada de Ariadna , interrumpió todo y se apresuró a su encuentro, con una sonrisa en el rostro, extendiendo los brazos para saludarla y darle la bienvenida.
Ella lo observó acercarse con ese aire de galantería de siempre, pero su mirada se desvió rápidamente hacia su madre. El rostro de la mujer parecía el de alguien que acababa de hacer un pequeño viaje al infierno. Y eso... eso satisfacía incluso a la mujer más vengativa.
—En honor a nuestra querida benefactora —dijo el padre Aurelio, con voz emocionada— he decidido llamar a este lugar Hogar Franco Della Croze.
Ariadna se acercó al sacerdote y, con un gesto solemne, destapó una placa de mármol blanco que llevaba grabado el nombre de su difunto e