Todo estaba listo. El despliegue de camionetas negras y guardias armados era monumental. La seguridad en los alrededores de la mansión había sido reforzada al máximo. Cuando las enormes puertas de hierro se abrieron, el convoy comenzó a moverse. El destino, era Pereyra.
Antonio ya había sido informado de su llegada a la mañana siguiente y discutirían los próximos pasos. Mientras tanto, Máximo , cumpliendo órdenes, llamó a Genoveva para invitarla a cenar. Ella se negó.
Cuando la noticia del inminente arribo de Ariadna a Pereyra llegó a oídos de Leonardo, decidió actuar y se dirigió a Buenos Aires, vio las camionetas salir, pasada media hora.
Aprovechando la oscuridad que envolvía la mansión, Leonardo Alzaga se infiltró con paso sigiloso entre los arbustos del jardín. No estaba solo. Su viejo amigo y cómplice Pedro Zarate lo acompañaba, aunque se quedó esperando en la entrada como medida de precaución. A pesar de que ambos habían contado con el apoyo de Benicio en el pasado, desde q