Desde que Máximo le confesó su amor, Ariadna estaba más nerviosa que nunca. No quería herirlo, pero tampoco podía corresponderle. Su mente era un torbellino de ideas y sentimientos que apenas podía ordenar.
La noche con Antonio había resultado perfecta. Tal como había planeado, él cayó inconsciente, y ahora dormía sin saber lo que había ocurrido. Mientras tanto, Ariadna sabía que Leonardo también tramaba algo en las sombras. Pero esta vez, él sería quien recibiría la sorpresa.
Desde la ventanilla del jet privado, Ariadna miraba el cielo plomizo. El avión estaba por despegar. A su lado, Daniel, callado, la observaba con atención. Había una tensión flotando
Tras varias horas de vuelo, el cielo se tornó oscuro. Una tormenta comenzó a sacudir la aeronave con violencia. Ariadna, con los labios apretados, luchaba por controlar su ansiedad. Odiaba volar, odiaba las tormentas, y esa combinación era un verdadero castigo.
Daniel, en cambio, dormía plácidamente. Ariadna lo miró con una mezcla de