DALIA
Había pasado casi un mes desde la muerte de Isandro, y la paz, al fin, había vuelto.
Ahora volvíamos a salir, a tomarnos nuestro café de siempre, aunque Jacke no podía disfrutar mucho: su embarazo y las náuseas matutinas la tenían aburrida.
Pero ahí estaba Alessandro, a su lado, sosteniéndola, cumpliéndole cada antojo o capricho que se le ocurría… y yo sabía que se aprovechaba de eso.
Estábamos en nuestra cafetería favorita.
Annalena y Alessia nos acompañaban, y, por supuesto, Alessandro esperaba en el auto, con la mirada fija en nuestra mesa.
Le dijimos que no era necesario, pero él insistió en no dejarnos solas para nada.
Si creía que Adriano era sobreprotector, me equivocaba: Alessandro era el doble.
—Bueno, Alessia… ¿ya tienen fecha con Enzo? —pregunté mientras revolvía mi café.
—Enzo quiere que sea en primavera, en dos meses más —respondió ella sonriendo—. Dice que será la mejor fecha para nuestra luna de miel.
—Sí, eso será maravilloso —dije con una sonrisa—. ¿Y tú, Annale