JACKELINE
Habían pasado unos días y esa mañana decidí que necesitaba un poco de libertad y que mejor que llevar a cabo mi plan.
Le dije a Alessandro que tenía antojos de frutillas, sabiendo perfectamente que no había ni una sola frutería cerca. Se demoraría, lo justo para poder escapar.
Apenas lo vi salir, tomé mi bolso y caminé directo a la habitación de Dalia.
—¿Estás lista? —susurré al entrar.
—Sí —respondió con una sonrisa cómplice—. Iremos en el auto de papá.
—¿Y Adriano?
—Está trabajando. Le dije que saldría contigo.
—Perfecto —dije, mordiéndome el labio para contener la risa—. Vamos por Alessia.
Nos movíamos por el pasillo como fugitivas. Casi podía escuchar la música de una misión secreta en mi cabeza.
Llegamos a la habitación de Alessia, que se terminaba de arreglar frente al espejo.
—¿Lista?
—Sí, vamos.
—¿Y Enzo?
—Salió a ver algo con Adriano.
—Perfecto.
Al girar el pasillo, nos encontramos con Sara y Valerio. Ella nos esperaba con una sonrisa tierna, y él con esa expresión