SARA BLACKSTONE
Estaba en el balcón de la clínica, buscando aire como quien intenta recomponer un mapa roto. La ciudad respiraba abajo y yo no podía evitar que las lágrimas rodaran sin pedir permiso. Mi corazón era una maraña: amor por Valerio, miedo por lo que su amor había traído, dolor por la traición que nunca imaginé. El hecho que mi propia hermana hubiera planeado matar a mi hijo, la culpa de ser madre de un hijo que había quedado en el centro de todo, y la confusión de tener ahora a dos hombres a quienes amaba.
No sabía dónde empezar a ordenar tanto desorden.
Un pañuelo apareció frente a mí. Me giré y vi a Alessandro con esa calma improbable que tiene cuando todos pierden la compostura. Me sonrió, medio cómplice, y dejó el pañuelo en mi mano.
—Alessandro… —suspiré, sin poder evitarlo.
Él se apoyó en la baranda a mi lado, mirándome como quien sabe que no hay respuestas fáciles.
—Tía, ¿mucho que procesar? —dijo con la voz suave, tratando de que sonara ligero.
Lo miré, con la garga