Chiara lucía visiblemente confundida, pero a la vez conmovida con todas y cada una de las palabras que dijo su esposo.
¿Él sí podía amarla? ¿Por qué dijo que estaba muerto?
Él era Davide Queen, frente a ella, su mismo esposo. ¿Por qué sus palabras fueron tan confusas?
—¿Qué quieres decir con eso? —preguntó Chiara, sus manos tocando las de Davide, aún con las secuelas de ese beso—. ¿Por qué dices que no puedes amarme y luego que sí? Eres mi esposo, eres Davide, ¿puedes o no? ¿Davide Queen puede amarme?
—Es más complicado de lo que parece a simple vista, pero te juro que te lo explicaré a su debido momento, Chiara—respondió Davide, consciente de toda la confusión que había creado en su esposa, alentado por el remolino de sentimientos que se habían ido acumulando en su pecho durante todo el último mes, toda la semana. Y más aquella noche, donde sentía que su corazón estaba por explotar, que su cabeza se hacía más grande y sus emociones intentaban dominarlo. Eso no podía ocurrir o sucedía