Nadie toca a mi mujer. 2/2
—Pasará. Come —ordenó.
Melissa lo miró de reojo, pero terminó sirviéndose un poco de todo. El hambre no se había ido y el olor de la comida le había estimulado aún más el apetito, así que simplemente comió. Ares notó cómo la joven cerró los ojos al primer bocado y, aunque su rostro continuó serio, sintió complacencia al verla más animada con la comida, incluso tomando un sorbo de café, al que arrugó un poco el rostro.
—¿No te gusta?
—Es que casi no lo tomo negro —respondió ella—. Prefiero el capuchino o un poco de jugo.
—Renzo…
La joven frunció el ceño al escuchar el llamado, pero un hombre pequeño, de cabello entrecano, salió de un pasillo. A Melissa le sorprendió que no solo luciera mayor, sino que también tenía un semblante amable y hasta cariñoso, como un abuelo. Sus manos también estaban enguantadas y su traje parecía hecho a su medida.
—Mi esposa desayuna con capuchino o jugo de frutas —advirtió Ares. No parecía mandón ni ofensivo—. Prepárenle uno y llévate el café.
—Claro que s