Lugares que ya no son Seguros.
Entré a Vance Corp. como quien entra a un edificio evacuado demasiado tarde.
Las puertas de vidrio se abrieron con el mismo susurro de siempre, calibrado para no incomodar, para no llamar la atención, para no permitir dudas.
Todo en Vance Corp. estaba diseñado para eso: que nada pareciera una decisión humana, que cada cosa existiera porque debía existir.
El aire acondicionado me golpeó primero: no frío, no calor. Un punto exacto que borraba la piel.
Sentí cómo mis hombros se tensaban antes de que mi cabeza entendiera por qué. Di tres pasos y ya estaba respirando más superficialmente, como si el aire no terminara de entrar.
No era miedo, era reconocimiento.
El mármol pulido reflejaba luces blancas sin sombras.
Las pantallas empotradas en las paredes mostraban gráficos en movimiento lento, curvas ascendentes, indicadores de estabilidad: seguridad, control, progreso. Las palabras cambiaban, pero el mensaje era siempre el mismo: aquí nada se salía de su lugar.
Yo sí.
Las cámaras estaban d