Lo que no Debería Estar Cambiando.
Desperté con un sobresalto tan violento que, por un instante, no supe si estaba soñando o si había sido arrojada desde alguna parte de mi propio cuerpo.
Mis ojos tardaron unos segundos en enfocar la penumbra del living, iluminada apenas por el parpadeo azul de la televisión. Un canal que nunca veía, uno de esos que pasan infomerciales a toda hora, inundaba el silencio con voces exageradamente alegres, tan disonantes con la quietud que me rodeaba que la realidad pareció deformarse a mi alrededor.
Tardé en entender dónde estaba.
El sillón bajo mi espalda, la manta sobre mis piernas, el control remoto en el suelo.
Nada tenía sentido. Yo no recordaba haber venido a la sala. No recordaba haber prendido la televisión. Ni haberme cubierto con una manta. De hecho, estaba casi segura de que me había ido a dormir a mi cuarto.
El mareo llegó como una ola lenta, arrastrando consigo una sensación extraña, como si mi mente estuviera llegando un segundo más tarde que mi cuerpo. Como un eco desplazad