Los Medicamentos.
Cuando llegué a la oficina más tarde ese día, todavía alterada por la conversación con Caelan, encontré a Dorian dentro de mi espacio.
Ni siquiera había prendido la luz. Solo estaba sentado, esperándome, como si supiera que llegaría antes de horario.
—No tienes buen aspecto —dijo apenas me vio.
—No estoy para tus comentarios —le gruñí, pasando a su lado.
Él se levantó y me tomó de la muñeca, revisando mi pulso. Luego me miró las pupilas como si estuviera examinando a alguien drogada.
—Estás temblando.
Me solté bruscamente.
—Deja de tratarme como si fuera un experimento.
La expresión de Dorian cambió, la culpa cruzó su rostro. Una culpa vieja, como si arrastrara algo que me involucraba sin que yo supiera.
—Elara —dijo en voz baja—. ¿Tomaste algo anoche?
—¡No! —estallé—. Estoy cansada de que me pregunten eso.
Pero él insistía.
Me reí, un sonido seco, casi histérico. Pero antes de que pudiera decir algo más, él volvió a hablar.
—Yo también tuve huecos.
Me giré de inmediato. Dorian rara v