Lagunas Mentales.

El cuerpo de Caelan todavía estaba delante del mío cuando la voz del hombre salió de la camioneta gris. Sentí cómo se tensaba, como si cada músculo de su espalda se convirtiera en un muro de acero. Su brazo se estiró hacia mí sin mirarme, firme, como una orden muda que no necesitaba palabras.

—Al vehículo —murmuró, pero era un murmullo cargado, con una vibración contenida que me recorrió la piel como electricidad estática.

Noah me apretó la mano y yo lo pegué a mi costado. Podía sentir su respiración rápida, cada exhalación temblorosa golpeando contra mi ropa.

—Caelan… —intenté decir, pero él no me dejó hablar.

Me empujó suavemente, aunque la suavidad solo existía porque me amaba, no porque estuviera tranquilo. Su mano temblaba. Lo sentí. El temblor nace cuando la rabia y el miedo se chocan demasiado fuerte.

—Al vehículo —repitió, pero esta vez fue un susurro urgente—. Ya.

La puerta del edificio se abrió de un golpe y varios guardias de seguridad aparecieron, pero Caelan no esperó ref
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