Explicaciones Convenientes.
La duda llegó como llegan las cosas que de verdad importan: sin ruido.
No fue una revelación, no fue una escena dramática ni una pieza que encajara de golpe, fue un recuerdo puntual, casi insignificante, que apareció mientras hacía algo mecánico, algo que no requería atención plena.
Estaba archivando documentos antiguos, ordenando carpetas que habían quedado suspendidas en el tiempo desde el divorcio.
No buscaba nada en particular. Era, en teoría, un acto práctico: cerrar pendientes, limpiar bordes, devolverle coherencia a un pasado administrativo que había quedado mal cerrado.
Y entonces lo vi: un correo.
Nada extraordinario: asunto neutro, redacción breve, fecha clara. Un mensaje que yo había enviado autorizando una decisión específica.
Una decisión importante, de esas que no se toman sin pensarlo dos veces.
Lo leí tres veces, recordaba la decisión, no recordaba haberla tomado así.
No recordaba el momento exacto, ni la conversación previa, ni la sensación de estar convencida, solo e