El Precio del Equilibrio.
Hay ofertas que no necesitan ser formuladas con dureza para ser peligrosas. No vienen envueltas en amenazas ni en gritos. Llegan con voz calma, con una lógica impecable, con esa serenidad que solo tienen quienes saben que el tablero ya está inclinado a su favor.
Vivienne me citó un lunes por la mañana.
No en una sala de reuniones formal, sino en una de las salas intermedias del edificio: vidrio esmerilado, café recién servido, sillones bajos.
Un espacio pensado para conversaciones “razonables”.
Martin insistió en acompañarme hasta la puerta. No entró, pero se quedó cerca.
Lo noté tenso, con esa alerta silenciosa que ya se había vuelto parte de su lenguaje corporal desde que la familia Vance empezó a moverse como si la ciudad les perteneciera.
Vivienne estaba sentada, impecable como siempre. Traje claro, postura relajada, una carpeta cerrada frente a ella.
No parecía alguien a punto de negociar el futuro de otra persona. Parecía alguien que ya había decidido el resultado y solo estaba