Cuando las Memorias Sangran.
Algo en su cabeza volvió a activarse y se acercó a mí nuevamente. Nunca pensé que volvería a abrazarlo así.
El peso de su cuerpo contra el mío, temblando, aferrándose como si fuera lo único que lo mantenía unido, todavía lo siento en los huesos. Cuando por fin logro que respire un poco más parejo, lo siento aflojarse. No del todo, nunca del todo, pero lo suficiente como para que pueda llevarlo al pequeño sofá en la esquina de mi oficina.
Él sigue con la mirada perdida, rota, como si hubiera visto un fantasma o como si se hubiera visto a sí mismo por primera vez. Me levanto solo para buscar un vaso de agua. Un minuto, quince metros, nada más.
Pero cuando vuelvo, Caelan ya no está donde lo dejé.
Está en el suelo otra vez. Sentado contra la pared, los codos en las rodillas, los puños apretados. Respira raro, entrecortado, como si cada inhalación fuera un recuerdo que no quiere entrar.
Y en su cara… Dios.
No es furia, no es frialdad, no es ese Caelan afilado y peligroso que los Vance cria