Romina por un segundo miró a su alrededor, pensando en escapar, pero el enorme guardaespaldas no se movió de su lado.
Cuando miró de soslayo hacia Eva, le vio la mirada burlona en los ojos que le decía:
“Vamos, inténtalo, dame razones para ser más cruel todavía”
Recordaba, como les echaron a los perros aquella noche y se imaginó siendo perseguida por esas bestias.
Romina cerró los ojos en agonía.
Nunca se imaginó terminar a manos de uno de esos pobres huérfanos.
El karma, era una cosa seria.
Puso su firma en el papel y claudicó, pero Eva, todavía no se sentía satisfecha, de hecho, nada serio le había hecho aún.
— Muy bien, me alegro de que te quedase algo de sensatez – Eva tomó el documento y lo examinó.
— Ya firmé, ahora déjanos en paz, me iré lejos y nunca regresaré, mi hijo y su familia también…
— Jajajajajajaj – Eva de repente comenzó a reírse de manera espeluznante
— ¿Irte lejos? ¿De verdad piensas que este fue todo el castigo a tus crueldades? ¿Qué te irás impune cuando es