Capítulo 19. Advertencia.

El silencio fue amable por un momento. Me descubrí apoyando el hombro apenas en el suyo, un gesto mínimo, casi un error. Me aparté antes de que contara como línea.

—Otra cosa —dije—. Y esta te va a gustar menos: quiero entrar al cuarto blanco. El del silencio y sola.

—No.

—Quiero saber si la casa me escucha cuando estoy sin ti.

—No.

—Gaspar…

—No.

—Dame una razón que no sea, porque lo digo yo.

—Porque el cuarto blanco es para soltar venenos —dijo sin pestañear—. Y hoy no quiero que entres ahí con todos los míos puestos en tu piel.

—¿Y si necesito soltar?

—Te presto los míos.

—Eso no es justo.

—Tampoco el mundo.

—Qué recurso fácil.

—Es verdad.

Quise discutirle otra vez, pero un golpe de nudillos en la puerta nos cortó la cuerda. Gaspar no se movió; su espalda se hizo un muro.

—Adelante —ordenó.

Entró Marco, con paso de sombra disciplinada. Nos miró sin mirarnos.

—Signore, el técnico dice que el ascensor viejo no falló por sistema —informó—. Cortaron energía desde la caja secundaria… y l
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