Una ausencia y confesiones

Emma

—¿Dónde dormiste anoche? —le pregunté bajando las escaleras.

—Buenos días —ni siquiera me respondió y tomó su café como si nada. — Ya veo que estás mejor.

—No me respondiste —solté un bostezo y me senté en el sofá. — ¿Dónde dormiste?

—No dormí —volvió a tomar café. — Te preparé el desayuno.

—¿Que hiciste, qué? —no lo podía creer.

—Si no lo comes, me ofendería mucho — sonrió sin mostrar los dientes.

—Esto es muy extraño —me puse de pie, mirándolo con aprensión.

—¿Qué cosa?

—Estás siendo amable. ¿Por qué tú cambio? —lo miré con desconfianza.

—Solo hice el desayuno, mujer —dijo divertido y entrecerré los ojos.

—No confío en ti —hice una mueca y él negó, mientras luchaba por no sonreír.

—Ya lo sé —sonrió, arrugando su nariz.

Fui a la isla y vi mi desayuno: me preparó huevos revueltos con tocino, también waffles y fruta picadas. Empecé a comer.

—Está muy bueno —hablé con la boca llena. — Gracias.

—Tienes una hora para que estés lista —lo miré con el ceño fruncido y se puso de pie. —
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