AMBER PIERCE
Sus gritos desgarraron el silencio. Charlotte se cubrió la cara con ambas manos mientras el mango del tenedor sobresalía entre sus dedos. La sangre manchaba la fina alfombra, con gotas grandes y pesadas, incluso viscosas, como si fuera sangre de bruja. Incluso podía imaginarme cómo quemaba y corría el piso como si fuera ácido.
La situación se estaba convirtiendo en un peso aplastante en mi cabeza, y mi mente quería abandonar mi cuerpo. ¿Estaba teniendo un ataque de pánico?
El tenedor se movía y algo me decía que se lo había enterrado en un ojo, mientras sus gritos eran cada vez más desgarradores, pero más lejanos. Entonces llegó Anthony, con un delgado hilo de sangre cayendo de su frente y las ropas manchadas de vino. No sabía si acercarse a mí o a su prima.
—Amber… ¿Qué hiciste? —preguntó con calma, como lo haría un padre decepcionado, mientras negaba con la cabeza.
«¡Aléjate de mí! ¡No me toques!», escuché en las profundidades de mi mente. Con cautela puse ambas mano