DYLAN
—¿Vienes conmigo? —Harper se detuvo, a medio salir del coche—. Puedes acompañarme a clase.
Mi corazón se derritió. Miré a Ada, sentada en el asiento del copiloto.
—Podemos hacerlo —dijo ella.
—Entonces, sí. Me encantaría ver tu salón de clases. Vuelve a subir, que voy a estacionar.
—¡Yuju! —Harper saltó de nuevo a su asiento de seguridad y cerró la puerta de golpe.
Al salir de la fila de coches de la escuela primaria, encontré un lugar en el estacionamiento y apagué el motor.
—Vamos, Dylan —Harper tomó mi mano y dio saltitos sobre el asfalto.
—Esperemos a tu mamá.
Me quedé atrás, dejando que Ada nos alcanzara. Ella cruzó el estacionamiento con tacones, su cabello rizado cayendo suelto sobre los hombros y sus labios pintados de un rosa suave. Solo verla despertó un deseo ardiente en mí.
Los últimos días, desde que asumió el puesto de gerente de redes sociales, habían sido fáciles y difíciles a la vez. Fáciles porque ella había superado todas las expectativas en la promoc