RYLAN
Estaba en el bar con Slate, bebiendo el whisky más caro que tenían detrás del mostrador. Lo saboreábamos lentamente, disfrutando del sabor y de nuestro entorno.
—No sé cómo lograste entrar aquí —dijo Slate—. Este lugar es increíble.
Asentí, mirando a mi alrededor. Era una de las galerías de arte más grandes y elegantes de Los Ángeles, y había conseguido convencer a los dueños para que nos permitieran usarla como lugar para la boda.
— ¿Crees que le gustará? —pregunté.
—Le va a encantar —dijo Slate.
Por supuesto, Tiny conocía esta galería. Había estado aquí al menos cien veces. Pero no sabía que la había reservado para nuestra boda. Había involucrado a Índigo y Bernie para ayudarme a ocultárselo. Ella creía que nos casaríamos en un salón de baile de segunda categoría. Incluso había pagado al gerente para que fingiera que lo usaríamos. Tiny iba a estar emocionada cuando descubriera que nos casaríamos en su primera opción.
El resto fue fácil. Índigo se encargó de todos los arr