La acusación de Bianca había dejado a Eric completamente consternado. No podía creer la gravedad de lo que ella estaba diciendo. Se sentía profundamente confundido, incapaz de entender por qué lo señalaba de haber intentado matarla.
—¿De qué estás hablando, Bianca? —preguntó, con la voz llena de una frustración genuina—. ¿Por qué dices algo tan grave? Algo que yo, en serio, jamás haría.
Bianca soltó una risa sarcástica y amarga, retrocediendo un paso. Se cruzó de brazos y lo miró fijamente a los ojos, con la furia ardiendo en su mirada.
—¿Ahora vas a hacerte el desentendido, Eric? —dijo con desprecio—. No me digas que también olvidaste lo que hiciste.
La insistencia de ella lo llenó de impotencia. No entendía por qué se empeñaba en algo que él no había hecho.
—No lo hice, de verdad que no te mandé a matar —insistió—. Explícame. Dime cómo puedes estar tan segura de esto. Ni siquiera sé a ciencia cierta de lo que me hablas.
El enojo de Bianca se intensificó al escucharlo negarlo, pero u