Capítulo 77
Casi un mes había pasado y Augusto estaba al borde de un colapso. Entró como un huracán en la sala de su hijo, los ojos en llamas.
— ¡Tu detective debe estar hibernando para no haber encontrado aún a Patricia!
Rafael levantó las cejas, intentando mantener la calma ante la furia de su padre.
— Calma, papá...
— ¿Calma? — repitió Augusto con una risa amarga. — ¡Estoy poseído!
— Voy a llamarlo ahora, a presionarlo. Tal vez tenga algo...
— No, Rafael. Contrata a otro. Alguien competente. ¡Quiero respuestas para ayer!
— Claro, papá. Yo me encargo de eso.
Sin esperar nada más, Augusto dio la espalda y salió de la sala con la misma intensidad con la que había entrado. La puerta se cerró de golpe detrás de él, resonando por la habitación. En el ascensor, apretó el botón de la planta baja y miró el reloj, las manecillas parecían burlarse de su ansiedad.
Tan pronto como las puertas del ascensor se abrieron, caminó apresuradamente por el vestíbulo de la empresa. Fue entonces cuando la