Capítulo 74
Augusto miró el reloj. Eran las 5:32. Su corazón latía con fuerza, acelerado, casi saltándosele del pecho. El autobús estaba previsto para llegar a las 5:35. Ya había caminado de un lado a otro de la terminal tantas veces que los guardias de seguridad ni siquiera lo miraban con extrañeza. Su mirada era de quien lo espera todo… y a alguien.
Cuando vio el autobús acercándose a la plataforma, todo su cuerpo se congeló por un segundo. Los faros delanteros cortaron el aire húmedo de la mañana y el sonido de la frenada pareció ecoar directamente en su alma. Caminó hacia el vehículo, los ojos fijos en las puertas que se abrieron con un chasquido.
Uno a uno, los pasajeros comenzaron a bajar. Un señor con una maleta roja, una joven con auriculares, una familia con un niño en brazos... Pero Patricia no estaba entre ellos.
La garganta de Augusto se secó. Esperó hasta que el último pasajero pisó el suelo de la terminal antes de acercarse al conductor, visiblemente angustiado.
— Faltó