Capítulo 30

Capítulo 30

Sus dedos se deslizaron hasta su centro, ya húmedo. Sus diestros dedos la masajearon con una lentitud tortuosa, provocando un escalofrío que la hizo arquear la espalda.

— Ahh… — El gemido se escapó antes de que pudiera contenerse.

— Apenas te toqué, querida… — Augusto gruñó, pero las palabras murieron en su garganta cuando encontró el punto exacto: aquel nódulo hinchado, palpitante bajo sus dedos. Ella se estremeció, un suspiro atrapado en sus labios, y él supo exactamente qué hacer.

Le dio todo el placer que ella le pedía. Cada movimiento calculado, cada círculo firme, hasta que sus gemidos se volvieron más altos, más desesperados. Él estaba endurecido, las bolas pesadas de necesidad, pero nada importaba más que su cuerpo entregándose.

— Eso, querida… Lléname los oídos. — Su voz era áspera, dominante.

Ella intentó responder, pero su cuerpo la traicionó primero. Hipnotizado, Augusto observó mientras se deshacía: temblores violentos, gritos ahogados por el eco del baño, has
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